Fragmento, "Carta a una señorita en París"

"Las costumbre, Andreé, son formas concretas de ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir"

jueves, 3 de septiembre de 2015

Taxonomía incruenta

Aurora era alargada, longilínea y de presencia ineluctable. Frente a ella me desdoblaba y éramos dos veces Aurora. Muy temprano empecé a imitar su mística movilidad, esa suerte de hechizo que lanzaba con tan sólo respirar. Ella, se reía de mí e ignoraba los reproches de mamá puliendo mi temprana exploración: “Ya se te pasará”. Pero los años transcurrieron y poco a poco Aurora dejó de ser un simple modelo a seguir y fue un espejo en el cual podía verme, tal cual era en realidad. Empecé descubriéndome los hombros, el ombligo y un poco las piernas, pero no dejé de notar que aun sabiéndome idéntico a Aurora no causaba el mismo efecto. Ella me miraba con una compasión que fue haciéndose dolorosa y motivo de alejamiento, pero aun cuando nos hicimos ajenos, ella no dejó de ser la sangre en que me veía reflejado. Sin Aurora, pronto me lancé a la calle. Los pocos amigos que hice, los conseguí gracias al hábito de mascar chicle que ella me heredó. Como no había dinero para comprar golosinas, empecé a tomar los que la gente dejaba sobre el suelo. Las muchachas de la esquina se reían de mí y me daban grandes bolas de chicle, rellenas de mierda y mugre. Jamás les dije nada, me las metía a la boca y fingía complacencia porque sólo ellas me dirigían la palabra. De grandes fueron mis amigas, me daban su ropa y medias viejas para llenarme el busto que crecía, conforme el de ellas se inflaba. Dejaron de llamarme Cristian y me dijeron Cris, pero siempre preferí llamarme Peri Rossi, eso porque lo leí en algún libro de Godoy, el negro pícaro de la esquina movimentaria. La última noche de mi vida pensé mucho en aquello que Aurora provocaba con tan sólo descubrirse el hombro, ¿Qué había en ello que yo no lograba? Apenas conseguí la firme mirada de Godoy, pero ese miraba igual todo aquello que se le pasara por el frente, llámese perro, Cris, Cristian o Peri Rosi. Esa noche me paré en la calle, me alcé la falda y descubrí el sexo que las chicas habían bautizado como, “Cris, el descomunal”. Por primera vez fui observado con esa mirada inquisitoria que recibía Aurora, aunque la gracia me valió varios tiros de la limpieza social.

No hay comentarios: